Vestidos con trapos de colores y máscaras con figuras de animales, personajes populares y algunos con deformaciones, medio centenar de matachines agarra a vejigazos a quien se atreva a cruzar la Plaza del Centenario de esta población, que se remonta desde 1833 como el leprocomio del oriente colombiano.
En la fiesta todos le huyen a los vejigazos, los cuales son una especie de bomba que se hace con la vejiga del toro. Este festival, que se celebra cada año nuevo desde hace un siglo, disfraza con colores el mal de Hansen, causa de destierro al que fueron sometidos los leprosos de esta región del país.
Pese al arraigo de la tradición, los matachines parecían extinguirse junto a la imagen de Contratación como leprocomio. Por eso, desde principios de esta década se decidió incluir el festival dentro de las fiestas del pueblo, que se realizan entre el 31 de diciembre y el 3 de enero.
Uno de los organizadores, Jairo Peña, explicó que el trabajo de los matachines se inicia desde a agosto cuando se preparan las máscaras.
Además del Festival de Matachines, también hemos ido a Guacamayo y Bucaramanga donde nos han invitado. Allí, los niños también organizan sus matachines para las fiestas escolares y por eso la actividad es casi permanente durante todo el año , aseguró Peña.
Los matachines se elaboran en barro y luego se les coloca, de una en una, ocho capas de papel periódico. Al final, el matachín es pintado de colores.
A PUNTA DE VEJIGAZOS Actualmente existen 50 matachines oficiales . Son enmascarados que por tradición mantienen sus identidades en secreto, por lo menos mientras desfilan y persiguen a quienes crucen la plaza.
Según la tradición, los matachines recorren las principales calles de Contrata, como se le conoce a este municipio, haciendo sonar las vejigas infladas, a las cuales les meten algunos granos de maíz.
Al llegar a la plaza, el organizador da la orden para el festival, y turistas y habitantes se lanzan a la plaza gritando matachín chin chin, debajo de la cama te tengo un botín , mientras los disfrazados los persiguen golpeándolos con las vejigas.
Mientras unos corren esquivando los vejigazos , otros más valientes se reúnen y se agachan abrazados mientras los matachines les golpean en la espalda con la vejiga.
Pablo Antonio Bautista jetizorro , que lleva 44 de sus 58 años participando como matachín, dijo: uno empieza a hacer esto porque le gusta y es una manera de vivir la fiesta .Ferney, el jetigorila , llegó hace 18 años a Contrata y desde entonces participa en los matachines. Uno goza mucho mientras recorre el pueblo en el desfile tomando guarapo , dice.
En el grupo no faltan niños como Alexander Pabón Bárcenas, de 12 años, que no toma guarapo pero que desde los 7 años se disfraza. Otros reconocen que participan de matachines porque en años anteriores recibieron los vejigazos y encontraron que en este caso es mejor dar que recibir .
TODOS GOZAN La fiesta del matachín es cada vez más exigente, en la medida en que más personas sanas llegan al pueblo.
Al principio los matachines eran todos enfermos, pero ahora los sanos fueron tomado el trabajo porque era muy exigente. Pero aún los leprosos participan y se mezclan entre las festividades , dijo Heriberto Muñoz, otro de los organizadores.
Chemaría, de 63 años y conocido como el hanseniano más antiguo del pueblo, participó durante varios años en la fiesta y cuando ya no se disfrazó corrió entre los matachines esquivando los golpes de las vejigas. Una vez hice de Mario Barakus , me teñí el pelo de negro y los comerciantes me regalaron la ropa llena de cadenas y colgandejos , recuerda.
Ahora que la enfermedad le dificulta moverse como antes, debido a la pérdida de la mayoría de sus dedos, el viejo chema recorre los alrededores de la plaza perseguido por los niños con la boca abierta tratando de morder el caramelo que baila en la caña meneada por sus deformes manos.
UNA FIESTA A LA ITALIANA En 1897 llegaron los padres salesianos al lazareto de Contratación, ubicado en el suroccidente de Santander, a ocho horas de Bucaramanga por una maltrecha carretera.
En medio del abandono y de la escasa ayuda oficial, consistente en dos comidas cada dos días y 30 centavos mensuales que rara vez llegaban a sus destinatarios, los leprosos encontraron en los hermanos y hermanas salesianas la ayuda para sobrellevar el mal.
Pero también, gracias a los salesianos, conocieron la alegría de los matachines, idea traída por uno de ellos desde Italia.
Aunque en un principio el festival de los matachines se celebraba entre los enfermos, únicos habitantes del leprocomio, con el correr de los años y la llegada de familiares y personas sin lepra, los matachines mezclaron sin distingos a los enfermos con los sanos.
Desde entonces, los matachines, armados con sus máscaras y sus vejigas de toro infladas, alegran la vida de propios y extraños que se le miden al viaje y a cruzar la plaza del Centenario.
El festival del matachín reúne ahora a las colonias del pueblo que regresan a su pueblo cargados de optimismo y de amigos dispuestos a recibir los golpes.
Eso no duele mucho pero es como volver a ser niños jugando a la lleva o algo así , dijo un turista que llegó de Bogotá.
Eso no duele mucho pero es como volver a ser niños jugando a la lleva o algo así , dijo un turista que llegó de Bogotá.